jueves, 22 de agosto de 2019

EL SUEÑO

Soñé que mi casa ardía, pasto de las llamas. Soñé que todo aquello que ayer me devolvía la imagen colorida de su silueta, hoy se teñía de rojo y me explotaba en la cara.

Por cada puerta de acceso a una estancia, mi casa me escupía una bola incandescente.

Mis piernas se abrasaron, mis manos se derritieron y mis ojos se secaron, fundiéndose los párpados sobre las cuencas vacías.

Podía sentir el calor y escuchar el lenguaje del fuego: estallidos, chasquidos, repiqueteos, rugidos,...el monstruo me hablaba de frente. Desde dentro...

No pude más que fundirme en su abrazo destructivo, rindiéndome a una virulencia y supremacía magníficas....Me consumí.

Fue entonces cuando pensé en el amor que tenía y debía a aquella casa...y de mí brotó agua. Fluí como un río caudaloso que inundaba cada estancia. Desde mis cenizas, las lágrimas previas cobraron fuerza. Me volvía agua, catarata de vida.

Tomé conciencia de mi nuevo estado e imploré lluvia. Me expresaba desde la impotencia del que todo lo pierde: sin miedo. Desde el amor incondicional a aquel suelo que hasta hace nada me albergaba: sin miedo. Desde el agradecimiento por haberme acogido tanto tiempo y por todo lo que se estaba moviendo para su salvación: sin miedo.

Y la lluvia llegó. 

Todo aquel agua brillaba como plata fundida y avanzaba coloreando, a su paso, lo que se había vuelto ya gris y yermo.

Un único pensamiento lanzado desde el amor y agradecimiento más infinito y profundo: "Agua, lluvia, río, cascada, laguna,...Agua"...

Y el milagro se obró.

domingo, 11 de agosto de 2019

DRAGONES EN EL MONTE.

Otra vez. Una vez más. Tanto daño...

La noticia me llega como un eco, como algo a lo que me resisto a prestar atención:"Será exageración", me digo. Pero no lo es....

El chasquido de las llamas hace daño. Como una cuchilla que corta, sin anestesia, la piel que recubre el alma y el recuerdo. El corte reabre la  carne rosada, fresca, recién cicatrizada. Y la memoria se desangra. Otra vez...

De nuevo, soldados que trabajan a lomo quemado, con la adrenalina palpitando en la sién, arriesgan su vida para calmar a un dragón que escupe al monte sin piedad: solos ante el monstruo por la mala gestión de quienes dirigen su ejército y por la irresponsabilidad. Otra vez...

La Tierra aúlla de dolor, quemada como bruja castigada por la Inquisición. Torturada por nada. Por ser como es. Otra vez...

Y volvemos a mirar al cielo. A pedir que las lágrimas de impotencia se transformen en lluvia y que Eolo permanezca tranquilo, en Eolia, por unas horas.

Pachamama cierra sus ojos, secos de dolor por tanto desprecio, mientras susurra: "Esto es lo que queréis..."  Y a mí me avergüenza implorarla. Otra vez...

Pájaros de agua con humanos al mando se acercan al fuego como Ícaro al sol, en una lucha descarnada contra aquél dragón.

Algo se hiela por dentro cuando el monte arde. Tanta negra muerte tras el rojo infierno. Tanto daño. Otra vez...