domingo, 11 de agosto de 2019

DRAGONES EN EL MONTE.

Otra vez. Una vez más. Tanto daño...

La noticia me llega como un eco, como algo a lo que me resisto a prestar atención:"Será exageración", me digo. Pero no lo es....

El chasquido de las llamas hace daño. Como una cuchilla que corta, sin anestesia, la piel que recubre el alma y el recuerdo. El corte reabre la  carne rosada, fresca, recién cicatrizada. Y la memoria se desangra. Otra vez...

De nuevo, soldados que trabajan a lomo quemado, con la adrenalina palpitando en la sién, arriesgan su vida para calmar a un dragón que escupe al monte sin piedad: solos ante el monstruo por la mala gestión de quienes dirigen su ejército y por la irresponsabilidad. Otra vez...

La Tierra aúlla de dolor, quemada como bruja castigada por la Inquisición. Torturada por nada. Por ser como es. Otra vez...

Y volvemos a mirar al cielo. A pedir que las lágrimas de impotencia se transformen en lluvia y que Eolo permanezca tranquilo, en Eolia, por unas horas.

Pachamama cierra sus ojos, secos de dolor por tanto desprecio, mientras susurra: "Esto es lo que queréis..."  Y a mí me avergüenza implorarla. Otra vez...

Pájaros de agua con humanos al mando se acercan al fuego como Ícaro al sol, en una lucha descarnada contra aquél dragón.

Algo se hiela por dentro cuando el monte arde. Tanta negra muerte tras el rojo infierno. Tanto daño. Otra vez...


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