Me sentaría frente a ti y te abrazaría con los ojos, porque con el alma ya lo he hecho. Ni siquiera usaría mis brazos, pues tu cuerpo para mí es sagrado y un abrazo sin tu permiso no procede. Decides tu. Controlas tu. No dejes de creerte eso.
Yo he salido a la calle a gritar por ti. Por tus derechos. Por los míos. Por los nuestros...
He llorado de rabia cuando te han pisoteado sin reconocerte como víctima ni como ser humano.
He pensado en tu coraje, en tu capacidad de aguante y tu valor. En la presión de la incertidumbre entre bajar la cabeza otorgando con el silencio o luchar por tus derechos, que habían quedado desnudos y heridos para siempre en el portal de un edificio.
He pensado en los tuyos. En tu madre y su dolor, con la imagen del bebé que albergó en su interior, que parió con valentía y que un día cupo en sus brazos, vapuleada y humillada. Porque una extensión de su carne ha sido violada en bucle durante dos años. Sometida al escarnio público, a la mofa de los "hombres de la justicia", y a la de las hienas carroñeras...
He pensado en tu padre y su impotencia, porque a la pequeña que protegió y consoló de sus primeras caídas, la habían dejado tirada. En su morderse la lengua en el trabajo para no matar a nadie. En sus dudas, sus miedos. En sus noches sin dormir.
También en tus amigos íntimos. Callados. Observando. Escuchando tus lamentos, esperando por una sentencia justa.
Y en los menos amigos. Aquellos que se habrán alejado por tu "comportamiento sucio". Los que también te han juzgado y te han dado la espalda.
Me he preguntado cuántos juicios paralelos más habrás tenido que soportar. Sola. Fuerte. Inamovible.
He imaginado noches de llanto amargo al irte a dormir, sobre la misma cama donde no hace tanto descansaban muñecas.
He sentido desde aquí la rabia, el dolor de la injusticia, la inquisición absurda...y también he llorado.
Necesito darte las gracias por el precedente que ha sentado tu resistencia.
Ya no volverás a ser la misma. Nunca más. Pero te aseguro que nosotras tampoco.
Gracias por no rendirte.
Quisiera prometerte que se acabó, que no hay más, pero eso no puedo hacerlo. Lo que sí puedo jurarte es que has sido parte importante de la historia de este país y que has mejorado el final del cuento.
Que estos lobos ya no se comen a las niñas, porque esta Caperucita se ha mantenido firme peleando hasta mandarlos a la perrera.
Creo que la propia Justicia se ha quitado la venda para mirarte a la cara y darte las gracias mirándote a los ojos. Ella también te abraza...
Caramba señorita ya era hora.Tu rebeldía,tu valentía,la forma de escribir tan fácil de entender,hija mía x favor sigue escribiendo,lo merecemos y lo mereces tú.
ResponderEliminarGracias, Marian!
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