viernes, 10 de marzo de 2017

QUÉ SUERTE SER TÍA...


A veces me pregunto cómo puede vivir una madre sin que el corazón le estalle de amor en el pecho.

No soy madre, ni pretendo serlo. Demasiada responsabilidad y demasiado miedo a este entorno loco me han hecho dar unos cuantos pasos atrás en esa decisión.

Probablemente, haber tenido trabajos a lo largo de toda mi vida laboral dedicados a prestar servicio a los hijos de otros, muchas veces con un alto grado de implicación emocional, hayan frenado y minado mi deseo de ser madre. Pero esa no es mi reflexión ahora.
Mi reflexión parte de momentos concretos: parte de lo que arde dentro de mí cuando toco una puerta y mis sobrinos gritan entusiasmados mi nombre al otro lado, dispuestos a abrirme.

Parte de las conversaciones con un proyecto de mujercita que a veces me hacen reír y otras me remueven el alma. Porque está tan cerca de perder esa inocencia...y porque siempre me ha sorprendido su capacidad de razonamiento, su valentía y su personalidad. Mi pequeña maestra...

Parte de lo que bulle en mi pecho cuando Marcos recuesta en él su cabecita mientras ve la tele. Me freno para no agobiarle con carantoñas que le expulsen de mi lado. Sólo respiro y siento. Muestro mi afecto con represión, para no estrujarle. Respiro y siento...me centro en el compás de su pecho y en el calor que desprende. En su olor. Respiro y siento...

Parte de que me convenzo que entre mis manos tengo lo más valioso de la vida cuando sostengo la carita de Gara mientras le doy un beso de buenas noches. Con una mezcla de "calla y duérmete ya, pesada" y "me encantaría que siempre encontraras temas de conversación en los que me dejaras enseñarte algo".

Hay que ver cómo quiero a estos bichos, que cada vez son más capaces de sacar a cualquiera de quicio. Porque las generaciones cambian, pero el amor siempre será el amor. 

Y me pregunto cómo mi madre, cómo mi hermana y cómo mis amigas y familiares madres, pueden seguir adelante sin que su corazón termine quemándolas por dentro. Aunque se enfaden, aunque a veces tengan ganas de perderles de vista por agotamiento, aunque lleguen a pensar que les matarían por impertinentes...si aún y así se paran a disfrutar de estos instantes, el corazón hierve...

Qué suerte tengo de tenerles en mi vida. Qué suerte ser tía...

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