En cierta ocasión encontró, aún con su esperanza perdida, a alguien que le concedió verdad.
Sin llegar a sentir amor, se creyó en una situación especial, y volvió a equivocarse.
Cansada de errar tantas veces, se dejó llevar y disfrutó sin pedir nada. Sin esperar nada...Se limitó a querer, abrazándose a la libertad de hacerlo y besando cada centímetro de la piel que cubría su manera de ver la vida: era libre para ello. Tenía derecho a fundirse con alguien que la reconociera, por fin. Se sentía plena.
Sin explicaciones, sin compromisos, sin confesiones dramáticas,...consiguió ser especial y única para la otra persona. Tanto, como se sabía a sí misma. Confió. Se mecía en una oleada de confianza, de amistad regada de buen sexo, de comprensión, de compañía,...y volvió a equivocarse.
Resultó ser demasiado buena para todo aquello. Resultó que lo que se le había concedido no era una verdad duradera y, una vez más, se alejaron de ella. Querer avanzar, compartir sutilezas, disfrutar del silencio roto por la cadencia compartida de una respiración que dormita...no eran objetivos comunes.
Acabó convertida en un trofeo que acumulaba polvo en un desván y fue sustituido por uno nuevo. Aún siendo un segundo premio.
Sabía que estaba por encima de eso, una vez más. Sabía que no era suyo el problema, sino de los que se marchan sin despedirse y sin atreverse a mirarla a la cara para decir adiós. Después de tantas confidencias, de tanta intimidad, de tantas conexiones inesperadas,...
Y sabía que, si volviera a sucederle, volvería a actuar de la misma manera, pues no se arrepentía de nada. Había perdido la esperanza de una verdad duradera y sólo se nutría, emocionalmente ya, de momentos que había obsequiado con toda su grandeza. Sin ser de nadie, ni para nadie.
Concluyó que, a pesar de la sal que su agua ahora emanaba, prefería la verdad a ratos que una mentira eterna.
Se sabía hermosa, grande, única,...siempre habría alguien que la amara, aún cuando ese amor le abrumara y se fuera en silencio por la puerta de atrás. Siempre la recordarían, aún prefiriendo dejarla de lado por saberla inalcanzable.
Ahora, entre lágrimas, revivía la historia tantas veces vivenciada. Se vaciaría de ellas, de amor y de verdad, costase el tiempo que costase. Y seguiría adelante con ella misma, que nunca se traicionaría.
Volvería a ser libre, a no esperar nada y se entregaría a crecer, a avanzar, a soñar...a su verdad.
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