Ayer fue un día hermoso...Me acerqué a animar a mi hermana durante una carrera.
Mi hermana pequeña, a la que en tantas ocasiones he visto superarse...la que desde muy niña se adentró en el mundo de la rítmica y la alta competición, la que siempre nos emocionó con sonrisas triunfantes y lágrimas de derrota. La misma que hoy se ha convertido en un compendio de valores y tesón y a la que admiro profundamente a pesar de sacarle más de siete años. Allí estaba ella, después de decirnos una y mil veces que no sería capaz de acabar en un tiempo decente. Valiente, siempre valiente...Tirando hacia delante y dando lecciones de lucha. Una vez más.
Mis sobrinos también se vinieron a verla y se quedaron conmigo a esperarla pasar. Habíamos decidido que Gara se engancharía en el último tramo y tiraría de nuestra corredora para impulsarla a terminar el reto. Cuánta emoción sacudía su cuerpo...Cuando la vio doblar la esquina preguntaba: "¿Entro ya?" A nuestra indicación saltó a la pista y mi hermana le tendió su mano. La niña corría con toda la energía de sus diez años y todo el deseo de ayudar a su tía a terminar. Fue sólo un instante, pero verlas de espaldas avanzando juntas, es más un tesoro que una imagen grabada...
Pero entonces Marcos me dice que también quiere y, sin pensarlo, le suelto un: "¡Pues corre!" Verle a él, tan pequeño, con aquella fuerza, sabiendo que su objetivo era alcanzarlas y cruzar la meta, me paralizó...sus pequeñas piernas no se veían de tanta velocidad. Su pecho erguido, impulsado por una energía casi sobrenatural. Su pelo saltando al ritmo de cada impacto. Pura vida.
De repente me dí cuenta de que no las alcanzaría a tiempo. Y sentí miedo. Vi que le había soltado la mano, incluso impulsado, sin pensar en que podía caerse, asustarse entre tanta gente, podían pisarle o empujarle...sus cuatro añitos le hicieron de repente, a mis ojos, demasiado vulnerable.
Traté de correr a su ritmo por fuera de las vallas de seguridad, pero toparme con los obstáculos que suponían quienes veían la carrera me dificultó la labor. Y le perdí de vista...
Una bola oscura se encajó en mi plexo solar, casi como una mordida desgarradora. El miedo por haberme precipitado me sacudió: "le he perdido" "le he fallado""no me lo puedo creer..."
Cuando llegué a la meta, pareció que había pasado un siglo antes de oír a mi hermana llamarme con un hilo de voz, aún recuperando el aliento. Y allí estaba ella con mis dos sobrinos agarrados a sus manos.
Marcos había ido corriendo tal como le dejé y, al llegar ellas a meta y aminorar la marcha, asió a mi hermana por las piernas sin que ella se hubiese percatado de que iba todo el tiempo detrás. Y aquella escena...mi hermana feliz de otra batalla superada consigo misma y mis dos sobrinos habiéndola disfrutado tanto, soltó la mordida de mi estómago, que volvió a llenarse de luz.
Me sentí tan orgullosa de ellos...cada uno se había trazado su propio objetivo y sabido como alcanzarlo. Y, de todo ello, concluí las siguientes enseñanzas:
- Nunca sabes quiénes serán tus maestros de vida, ni cómo llegarán las lecciones.
- Se debe perseverar hasta conseguir lo deseado. Sin rendiciones, a pesar de las flaquezas...
- En la carrera de la vida hay que saber cuándo soltar a los seres queridos. Para permitirles avanzar solos y para aprender a avanzar nosotros mismos.
- Es obligatorio ser prudente, pero no abandonar por miedo.
- Nunca es tarde para subirse a un tren, para ilusionarse.
- Podemos encontrarnos muy solos a lo largo del camino, pero valoraremos los gestos de empuje como pequeños milagros.
- Lo que mis sobrinos despiertan en mí está cargado de una magia incomparable: amor.
Quise escribir ayer mismo sobre esto. Disfrutar de mis emociones a flor de piel y transcribirlas, pero era incapaz. Cada vez que lo intentaba se agolpaban en mi mente flashes que me abrumaban. Imposible transmitir lo que quería. Como una tonta enamorada.
Y por más que trato de calmarme y convencerme de que exagero con esta sensibilidad extrema, no paro de ver que lo de ayer no fue una carrera más, sino que se dio ante mis ojos una metáfora de lo que es la propia vida.