La situación no puede ser más absurda...
Hace algo más de dos años me mudé a una casa de la que se me aseguraba todo sería perfecto. Y realmente lo es, no me puedo quejar por la casa en sí, sinceramente. Sólo que a lo mejor la arrancaría de sus cimientos y me la llevaría a cualquier otro sitio. Pero sólo eso.
Está situada en un barrio tranquilo, antiguo, sin apenas actividad en su entorno. Un sitio adecuado para hacer turismo rural, con sus calles empedradas, sus panaderías artesanales y sus viejecitas de barrio que actúan como cámaras de seguridad. Ideal para hacer turismo rural...Les puedo asegurar que las calles son preciosas. No hay turista nórdico que no las recorra y saque fotos a todos sus rincones, pero la piedra viva resbala cuando llevas tacones, el olor a pan recién horneado es una tortura cuando eres celíaca y no lo es menos que te pregunten, cada vez que entras o sales, si vas a trabajar o dónde estabas porque hace tiempo que no te ven. O si aún no tienes novio y tú, con cuarenta años a tus espaldas, evitando las preguntas con una sonrisa tonta porque sabes que son el CSI camuflado...y que en realidad lo saben todo sobre ti.
Desde que me vine a vivir aquí no han parado las obras de rehabilitación por toda la zona. No creo que sea para mejorar mi entorno, sino para despertarme a las siete de la mañana todos los días con un martillo eléctrico, un bombo,...de verdad que pienso que detrás hay un oscuro plan para aburrirme. Al llegar hice la mudanza con zanjas en mi propio callejón, una obra que duró más de seis meses y que a día de hoy tendrán que venir a rectificar porque está plagada de fallos de estructura. Así que tranquilos...vivo en España y esta es una premisa indiscutible de que así es: el trabajo hecho de cualquier manera, que ya habrá tiempo de corregirlo.
Pasado este tiempo, mi vecino de enfrente, del que me separa el ancho del callejón, decidió hacer una obra en su casa que no duró menos que la de la calle, y estuve meses viviendo como en un zulo, porque si abría la ventana me tragaba toda la basura en suspensión de la obra. No sólo la basura en suspensión...tuve también que ponerle en su puerta los sacos de escombros porque al parecer mi pared era el sitio que había elegido para acumularlos. Cosillas de barrio tranquilo español...
A día de hoy, y desde hace unos cinco meses, el parque de enfrente está en obras de rehabilitación, y los ruidos de la obra, la vida privada de los trabajadores, sus peleas, sus reconciliaciones, sus organizaciones de fiestas,...todo me entra por la ventana con el polvo que levantan al trabajar, que por otro lado, teniendo en cuenta el control vecinal, es el único polvo que entra en esta casa.
Por si fuera poco en la zona no hay cobertura telefónica y tampoco pueden instalarme Internet. Todas las compañías se pelean para darme la mejor oferta, pero ninguna puede ofrecerme un puñetero teléfono fijo porque no tienen dónde conectar la línea. Con esto de la novedad de la fibra, se niegan a reparar los cables de cobre estropeados, pero aquí no llegará la fibra. No lo hará.
Calles históricas donde ni siquiera se ha roto para fabricar desagües para el agua de lluvia...la fibra no llegará. Porque esa es otra...se me había olvidado comentar un detallito, y es que en mi barrio, cuando llueven cuatro gotas, no se puede salir a la calle si no quieres resbalar por el empuje del agua y romperte una cadera en la aventura. Y no es que viva en Galicia, precisamente...vivo en Canarias. En un pueblo situado en el sur, así que se pueden imaginar que aquí llueve tres veces al año. Pero si se vive en un precioso barrio de turismo rural y quiere unos huesos que le duren intactos, lo mejor es hacerse con unas botas de goma. Por lo que pudiera suceder...
Y luego está lo del aparcamiento...que tenga que caminar diez minutos para llegar a mi coche se puede ver como un hermoso paseo, pero si tengo prisa y/o está lloviendo y no me he puesto las dichosas botas...mejor sería haberse quedado en casa.
Volviendo al tema de la incomunicación, me remito nuevamente a las compañías telefónicas: no hay pares libres, los pares disponibles están estropeados, espere a que alguien se dé de baja,...por lo visto voy a tener que matar a alguna de las viejas-cámara, porque a ver quién de ellas suelta el teléfono para cedérselo a la vecina nueva que no les sigue el juego ni se ríe con sus actitudes de intromisión. Vecina que terminará convirtiéndose a su movimiento, pues aquí una se aburre tanto que dan ganas de sentarse en la puerta a preguntar a todo el que pasa por su vida y por lo que sucede en el mundo.
Me dijeron que me acostumbraría, pero doy fe de que era mentira. No te acostumbras a esto, ni a los vendedores de humo de las compañías telefónicas, que te hacen ofertas a precios más que asequibles, a cuál de ellos más bajo, con un paquete de llamadas ilimitadas y numerosas y variadas ventajas de conexión a Internet.
Al final tienes una tele vieja donde no puedes conectar el pack de televisión, un móvil que sólo te comunica gracias a la señal wifi de la vecina y la necesidad de salir a llamar por teléfono o comprobar si tienes mensajes de llamadas perdidas...que ya total, si sales, te vas a dar una vuelta y así ves cómo sigue funcionando el mundo civilizado del que, sin saber por qué, te han desterrado.
A día de hoy me planteo que vivir en un sitio tranquilo tiene sus ventajas, pero cuando la tranquilidad es tal que todo el mundo mira a otro lado cuando se habla de la realidad de estos lugares, no merece la pena. Luego se ofrecen planes de recuperación para muchos pueblos abandonados en España, pero si se pretende que se viva en lugares del siglo XVII como si permaneciéramos en ese bucle temporal, no se está siendo realista. La evolución debe mimetizarse con el ambiente y es necesario poner facilidades para que esto realmente suceda. Están dejando morir de viejos a muchos hermosos rincones del país y esto, sinceramente, me parece imperdonable.
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