Cada día tiene una sensación distinta. Se dirige andando al trabajo y pasa por delante de una pequeña escuela infantil.
Recuerda su antiguo empleo y, sonriendo internamente, se rememora dentro de un aula tratando de atender y enseñar a todos.
La primera semana del inicio del curso veía cómo los padres rondaban, ansiosos, alrededor del recinto, sin caer en la cuenta de que sus pequeños les percibían por el olor y la energía desprendida.
Dentro sólo se escuchaban llantos explosivos, histéricos, angustiados,...ni rastro de las voces de las educadoras. Casi podía verlas deseando doblegarse una y mil veces para consolar a todos. Dos brazos, aquí, resultan pocos para abrazar, para sostener.
Las imagina sentadas en el suelo con los pequeñitos trepando sobre ellas o llamando con gestos al que se aísla llorando en silencio. Incluso revive el regocijo de mirar al que se evade del entorno y juega ajeno al ruido y al terror que vive el resto.
Rememora también, el respeto hacia el que no se deja consolar ni tocar. Cómo la pena le ardía al verles sufrir y tener que mantenerse alejada, pues ganarle era su reto.
Todo ese huracán de energía las deja exhaustas mientras las familias, en una angustia más que justificable, exige que recuerdes cada patrón de comportamiento, cada hábito particular...porque no es posible que dejes llorar a su bebé.
Muchos no son conscientes de que estás preparada para educar, para serenar, pero no haces magia. Tu sola no.
En la segunda semana, cuando pasa y les escucha, los llantos han perdido potencia. Se percibe la música de fondo e incluso la dulce voz de la educadora. Y comienza la transformación.
La tercera semana los llantos son a la llegada, pero empieza a haber entendimiento. Muchos se enferman porque la explosión de su pequeño mundo les ha fulminado y, cuando vuelven, repiten brevemente en bucle el proceso.
En la cuarta semana ya se ha obrado la magia. La comunicación y la confianza dan paso a la serenidad, a las ganas de crear y compartir. Ahora sí es magia...y es gracias a todos: familia, pequeños, equipo educativo,...todo suma.
Sin embargo piensa en si no hay una manera mejor...siendo consciente del papel que vivió durante tanto tiempo y del que viven ahora sus compañeras, se cuestiona si los plazos deben ser tan forzados...Es la incoherencia de una adaptación que se "vende" para niños, pero se realiza en beneficio adulto.
Algo nos debe estar fallando cuando en el proceso, dos brazos no dan para cumplir con su función más hermosa...
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